Por: PORFOLIO – Paula Galeano Balaguera
El codirector de Jaramillo Mora, Pedro Martínez, asegura que la suspensión de subsidios ha afectado gravemente a las familias de menores ingresos.
El sector de la construcción en Colombia atraviesa una de sus etapas más complejas de los últimos años. La suspensión del programa Mi Casa Ya, que facilitaba el acceso a vivienda a miles de familias, ha dejado una huella profunda en el mercado de interés social y en la dinámica de inversión del sector. A pesar de ello, empresas como Jaramillo Mora han mantenido su apuesta por la región y el país, adaptando su estrategia a los nuevos escenarios del mercado.
En entrevista con Portafolio, Pedro Alejandro Martínez, codirector ejecutivo de la compañía, analiza los retos, transformaciones y perspectivas de la vivienda en Colombia, y hace un llamado a los candidatos presidenciales para que prioricen políticas integrales que impulsen nuevamente la vivienda como motor de desarrollo económico y social.
¿Cómo les ha ido este año, considerando los cambios que ha vivido el sector durante los últimos años?
Este ha sido un año mejor que los dos anteriores. No es exactamente lo que quisiéramos ni lo que esperábamos, pero, dadas las circunstancias, ha sido un año positivo. Al menos ya sabemos en qué punto estamos, qué hay y qué no hay, especialmente después de la eliminación del programa Mi Casa Ya. Hemos trabajado para cubrir los vacíos que dejó esa ausencia, y somos conscientes de la situación actual y de lo que viene.
Más que el impacto en los constructores, lo realmente desafortunado ha sido la caída del mercado de vivienda de interés social, que era el que verdaderamente se beneficiaba de los subsidios. Para dar un ejemplo, el mercado total de vivienda de interés social cayó aproximadamente un 60%. Antes, una familia con ingresos de entre 1,5 y 2 salarios mínimos podía acceder a una vivienda de interés social con subsidio. Hoy, para adquirir esa misma vivienda, se requieren ingresos de entre 3,5 y 4 salarios mínimos. Esa brecha refleja la ausencia del subsidio y el enorme obstáculo que esto representa.
El avance que se había logrado se detuvo. La vivienda de interés social cambia vidas, no solo en términos de propiedad, sino en mentalidad, entorno y progreso social. Ese proceso se frenó y se retrasará mientras no se reactive el esquema de subsidios. Esperamos que, en un futuro, el país retome esa política y podamos volver a atender a las familias que más lo necesitan, generando entornos que promuevan el desarrollo y la calidad de vida.

¿Considera que la eliminación de los subsidios ha condenado a las personas a seguir viviendo en arriendo?
Por lo menos, durante un tiempo sí. El subsidio es fundamental, sobre todo en los segmentos más bajos. Quien aspira a una vivienda de interés social no tiene capacidad de ahorro porque destina buena parte de sus ingresos al arriendo. El subsidio al constructor se entrega al momento de la entrega de la vivienda, pero este lo aplica a la cuota inicial, permitiendo que el comprador acceda a su casa.
Ese esquema hace que la familia cambie el pago de un arriendo por el de una cuota hipotecaria, y así logra convertirse en propietaria.
Es, sin duda, una herramienta esencial. Además, es la inversión pública más eficiente: no solo impulsa el empleo y la cadena productiva del sector, sino que transforma vidas. Cuando una familia adquiere una vivienda, no solo obtiene un techo, sino un patrimonio, una nueva posición social y la posibilidad real de progreso. Por eso insisto en que es el subsidio con mayor impacto social y económico.
Ante la caída del mercado VIS, muchos constructores han debido reorientarse. ¿Hacia qué segmentos se ha movido Jaramillo Mora?
Nosotros siempre hemos participado en todos los segmentos, desde el interés prioritario y social hasta el estrato 6. También desarrollamos comercio, pero vinculado a nuestros proyectos habitacionales, no como un negocio independiente.
No es que hayamos migrado, sino que la balanza se ha movido naturalmente. Afortunadamente, el segmento no VIS ha repuntado. Además, en el Valle del Cauca, donde operamos principalmente, el gobierno regional y las alcaldías han trabajado en pro del sector, generando confianza. Esa articulación local ha sido clave para mantener el dinamismo de otros segmentos de la economía.
¿Qué expectativas tienen para el cierre del año y en qué proyectos están concentrando sus esfuerzos?
Creemos profundamente en el país y en nuestra región, por eso seguimos apostándole. En este segundo semestre tenemos entre siete y ocho lanzamientos importantes, tanto de vivienda de interés social como de no VIS. Son proyectos diversificados dentro de nuestro portafolio, y estamos convencidos de que serán bien recibidos por el mercado.
Este impulso refleja nuestra confianza en el futuro. El sector es resiliente, y esa resiliencia ha sido posible también gracias a la confianza de nuestros clientes, quienes siguen viendo la vivienda como un vehículo de progreso y estabilidad.

¿Considera que, con todos estos cambios, la vivienda VIS es para los estratos medios y no para las familias de bajos ingresos?
Totalmente. Hemos visto una desestratificación del mercado. El segmento medio es hoy el que más compra vivienda VIS, especialmente en el tope de ese rango, y lo hace sin subsidio. Es el grupo que, por nivel de ingresos, todavía puede acceder a este tipo de oferta.
Eso ha llevado a que los precios se desplacen hacia arriba: viviendas que antes costaban menos de 200 millones hoy están alrededor de los 300 millones. En consecuencia, si antes vendíamos 100 unidades, hoy vendemos 60. No se paralizó la venta, pero sí se redujo significativamente.
En el caso de la vivienda de interés prioritario (VIP), las familias que antes podían comprar en ese rango ahora deben optar por unidades más pequeñas. Es una desescalada social preocupante, porque refleja la pérdida de acceso a la vivienda para los sectores más vulnerables. Sin embargo, confiamos en que el mercado se recupere y en que las autoridades comprendan que los subsidios no son solo una política de vivienda, sino un instrumento de transformación social.
Más allá del tema de los subsidios, ¿qué otros retos enfrenta actualmente el sector?
Son muchos y permanentes. Uno de los principales es la habilitación de suelo. En todas las regiones del país, ese es un factor crítico para el desarrollo de proyectos. A esto se suma el acceso a servicios públicos, que también condiciona la disponibilidad de suelo.
Cada territorio presenta retos distintos, y debemos afrontarlos a medida que se presentan. Afortunadamente, los gobiernos locales han entendido la importancia de mantener activo el sector. En muchas ciudades, los alcaldes han impulsado programas y subsidios regionales, y las cajas de compensación también han contribuido con apoyos que, aunque no alcanzan la magnitud de los subsidios nacionales, ayudan a mitigar parcialmente el impacto. Esa coordinación ha sido vital para evitar una parálisis total.
Colombia está en un año preelectoral. ¿Qué mensaje le enviaría a los candidatos presidenciales respecto al sector vivienda?
La invitación es a que tomen en serio las propuestas que los gremios han construido conjuntamente. Camacol, Asobancaria y las cajas de compensación han trabajado de manera articulada para formular una propuesta integral orientada a la generación de vivienda, empleo y subsidios.
No se trata únicamente de hablar de subsidios, sino de estructurar un plan completo que considere la cadena de valor del sector y su papel como generador de progreso social. Este es un esfuerzo serio, elaborado y respaldado por todos los actores de la industria. Lo que buscamos es un beneficio país, no sectorial. Por eso, esperamos que quienes aspiren a la Presidencia comprendan la relevancia estratégica de la vivienda dentro de la política económica nacional.

Con todo lo ocurrido, ¿cómo espera que cierre el año para el sector y para Jaramillo Mora?
Venimos de dos años muy difíciles. El 2023 fue un periodo de transición marcado por los cambios estructurales de Mi Casa Ya. El 2024 comenzó bien, pero se complicó cuando se anunció la suspensión definitiva de los subsidios. Este año, al menos, ya teníamos las reglas claras, sabíamos a qué atenernos y pudimos planear en función de esa realidad.
Creemos que el año cerrará bien, dentro de las condiciones actuales. Todos en el sector nos hemos preparado para operar en este nuevo contexto. ¿Pudo ser mejor? Claro que sí. ¿Nos habría gustado un panorama distinto? Por supuesto. Pero, en nuestro caso, los resultados son positivos.
La confianza en la vivienda como inversión sigue siendo sólida. Quien hoy no compra, no es porque no crea en el sector, sino porque no tiene la capacidad económica para hacerlo. Por eso confiamos en que el próximo año será mejor y que las condiciones volverán a favorecer el crecimiento del mercado y el acceso de más familias a una vivienda digna.